No me interesan ahora las características físicas de unas y otros o viceversa; a eso me he referido en alguna ocasión y volveré sobre ello en otras. Me interesan ahora los rasgos psicológicos, los rasgos de personalidad que hace que nos emparejemos con unas personas y no con otras.
En el número del 14 de febrero pasado, New Scientist publicó un artículo, -firmado por Graham Lawton pero lleno de referencias a opiniones de Helen Fisher-, en el que analiza este asunto. Según Helen Fisher (de Rutgers University, New Jersey), se pueden definir cuatro grandes tipos de temperamento, y cada uno de nosotros nos caracterizamos por una determinada proporción de cada uno de esos cuatro tipos, aunque predomine alguno de ellos. Cada temperamento estaría, según ella, caracterizado por una alta actividad relativa de uno o dos sistemas neuroquímicos cerebrales.
Los cuatro temperamentos son los siguientes:
- Explorador. Elevada actividad en los sistemas basados en la dopamina y los basados en la noradrenalina. Tiende a asumir riesgos, a buscar la novedad, y a ser impulsivo, energético y “sex drive” (no encuentro una traducción adecuada para esta expresión pero más o menos indica que en su conducta el sexo es un factor importante). Es optimista, entusiasta y curioso.
- Constructor. Elevada actividad en el sistema basado en la serotonina. Tiende a ser sociable pero convencional, cauto y meticuloso. A menudo tiene un estatus social alto.
- Director. Elevada actividad del sistema basado en la testosterona. Tiende a ser sistemático, dominante y duro. Intelectual y capaz de recabar la atención de los demás. A menudo tiene pobres habilidades sociales.
- Negociador. Elevada actividad en los sistemas basados en los estrógenos y los basados en la oxitocina. Tiende a ser imaginativo, empático e igualitario, con buenas habilidades sociales. Es capaz de ver la imagen amplia.
Pues bien, tras encuestar a más de 28.000 usuarios de un portal de búsqueda de pareja para asignarlos a una de las cuatro categorías anteriores, Fisher y colaboradores concluyeron que explorador@s prefieren explorador@s, director@s prefieren director@s, y que constructor@s y negociador@s se prefieren mutuamente. No han comprobado hasta qué punto estas preferencias se mantienen en las relaciones a largo plazo, pero lo lógico es pensar que sí.
La verdad es que no tengo la menor idea de todo esto, pero me parece de lo más sugerente. Una vez más, ¡la química cerebral en acción!